A Juan Pablo Bertazza
Si Alejandra
Pizarnik dijo ser la heredera de todo
jardín prohibido,
Juan Pablo Bertazza, luminoso poeta y brillante periodista,
será el heredero de toda antorcha que alumbre a los ermitaños de la noche.
Juan Pablo Bertazza, luminoso poeta y brillante periodista,
será el heredero de toda antorcha que alumbre a los ermitaños de la noche.
AL LUGAR DE SU QUIETUD
Vienen
a la velocidad de la luz porque las naves de la profecía (Chilam Balam) serán
una luz y llegarán como el polen cuando la flor espera.
Bajarán del cielo (Chilam Balam) y nosotros
ya no seremos los mismos ni en la magia
ni en los sueños.
Desde lo viejo (Chilam Balam) los nuevos se
vienen preparando con el cuerpo, con los alimentos y el alma.
Por ahora, ellos están en otras palabras
(Chilam Balam) que pertenecen al mañana y al silencio.
Saldrán de la sombra (Chilam Balam) y vendrán sabiamente.
LO QUE
TAMBIÉN ESTÁ ESCRITO
EN LAS
PROFECÍAS DE CHILAM BALAM: EL JAGUAR
Chilam,
el que es boca, el que es lengua, el que es diente. Balam, el que viene
sigiloso, el que es dios, el que es jaguar.
Puede estar detrás de la roca, inmóvil y callado para no delatar su
presencia. Puede estar arriba del árbol que también se ha quedado mudo.
Puede estar en la noche que lo acompaña, en
el amanecer que lo abandona y en el equilibrio del mediodía y de la medianoche.
Cada una de sus manchas es una letra, un
símbolo que persistirá o un signo de cambio.
Miradas
a flor de piel que deben ser leídas con los ojos cerrados.
“Escribir
no sólo es sentarse a una mesa
y
dejarse librado asimismo,
escribir
es también escuchar el ruido del mundo.”
J.M.
G. Le Clézio
LOS SACERDOTES DEL SOL
Ya
se sabe la cifra: 21 del 12 de 2012.
Entonces, el viejo calendario ha de morir esa semana de diciembre.
Llegarán desde lo alto y esperemos que se
posen suavemente sobre la tierra como el faisán y no como el águila. Serán
nuestros huéspedes en la casa de nuestros pensamientos; esperemos que nos dejen
dormir y soñar.
Por fin comprenderemos el camino sin
necesidad de movernos. Las voluntades
estarán junto a la voluntad de los
sacerdotes del sol. La verdad del sol ya no será sólo la verdad del fuego.
Habremos despertado de un largo y pesado
sueño; esperemos que las próximas verdades no se conviertan en pesadillas.
EL ÁRBOL DE LA VIDA
Ya
lo saben las hojas del árbol porque estaba escrito en sus hojas. Cada hoja, lo
sepa o no, puede tomar uno de los
veintidós caminos del viento: Aleph, Beth, Gimel, Daleth, Heh, Vav,
Zayin, Cheth, Teth, Yod, Kaph, Lamed,
Mem, Nun, Samekh, Ayin, Peh, Tzaddi, Qoph, Resh, Shin, Tau.
Que el nombre de cada camino esté en hebreo no es una
rama sino una visión distinta del mismo
árbol, como una pluma en el espacio Aleph,
que en griego es el camino Alfa; como un ala en el momento Beth, que en griego es el tiempo Beta; como un ojo que puede ver la luz Gimel, que en griego es el rayo Gama.
Y así sucesivamente, cada letra o ave o
nave encontrará su Gama:
Delta, épsilon, dseta,
eta, zeta, iota,
kappa, lambda, mi,
ni, xi, ómicron, pi,
ro, sigma, tau,
ípsilon, fi, ji,
psi, omega.
TODO
COMENZÓ EN EL MAR
Los
árboles fueron naves y brújulas, las estrellas. Horizontes y distancias
encontraron los ojos; las manos y la tierra, las vasijas. Por iluminación los
días se alimentaron del sol y las noches, de la luna.
Unos pájaros negros bebieron de las uvas y
cantaron. Una oliva madura que se durmió entre la lluvia y la sal, despertó
entrando en el mundo nuevo de una boca.
Los dioses del mar peinaron los
cabellos del cielo y así nacieron los dioses del viento.
Las aves fueron las hermanas del aire y los peces, el pan de las redes.
Era el tiempo de la música del agua y del silencio de las nubes. Era el espacio para una historia que tuvo su primer borrador en un cuaderno de arena y que después, llegó a ser libro en la piedra.
En los oasis se extasiaron las
palmeras que se multiplicaron como los camellos y el entendimiento del amor
hizo cosas maravillosas.
Cerca del volcán y del poder de las
cenizas se crearon las máscaras. Al lado
de un río se pensó el tiempo.
La risa fue pensada por el fuego que fundió los metales y así nació el
hierro para el bien y para el mal.
Fuerzas extrañas revelaron los imanes y atrajeron augurios y presagios los eclipses.
Luego,
se engendró la tempestad que fue cantada por Homero. Después, la
sabiduría del mar cantó sobre las rocas y las olas dijeron Ulises.
En una noche se comenzaron a soñar Las
Mil Noches Y Una Noche Más.
Universo y enigma. Porque los ciclos se repiten en la encrucijada de los espejos y en la soledad de los mundos, no es imposible que alguna Genoveva vuelva a ser una santa valiente o que otra Rosalía vuelva a ser una elevada poeta.
En un largo día que se había quedado
prisionero entre rejas y murallas, pasó la luz como pasa el viento y un hidalgo
en su rectitud y un escudero en su compasión, de la Cárcel Real de Sevilla
liberaron a un hombre que había dormido y soñado.
Ya estaba escrito que terminaría la bella fiesta de algunos imperios, que se descubrirían nuevos mundos, nuevos raciocinios y que con la energía de los astros se crearían desconocidos inventos.
El misterioso cuerpo humano fue
abierto y estudiado para que otros por la fuerza cayeran, como cayó Miguel
Servet, en el foso de la infamia de la ignorancia.
Por otros enigmas, Galileo Galilei logró que su boca dijera unas palabras que no eran suyas sino de la supervivencia de la especie.
En Londres, un dramaturgo en su
esplendor, que fue muchos hombres y muchas mujeres, obró de tal manera para que
se siga poniendo en escena la maldad en Escocia, la duda en Dinamarca, el amor en Verona y los
celos en Venecia.
Siglos más atrás, con alma justiciera
un florentino hizo justicia con su mano y escribió el mayor de los poemas de
todo infierno, de todo purgatorio y de todo cielo.
Años después, en Rotterdam un hombre
elogió la locura.
Un joven francés, nacido en
Clermont-Ferrand bajo el signo de Géminis y el poder de los Borbones, tratando de encontrar razones en los
engranajes de la razón, inventó el corazón de la máquina de calcular, que su
padre, recaudador de impuestos para la Normandía , llamó la roue pascaline.
El Reino de Portugal se dio el lujo de
concebir al poeta Luis de Camoens.
Herido en el orgullo, el Reino de
España prometió superar a su reino vecino, hecho que logró cuando publicó a
Quevedo.
Un alemán, sabio y romántico, creó un
personaje que pactó con el diablo.
Francia no quiso ser menos y engendró
a un conjunto de pecadores ilustrados que fueron llamados enciclopedistas.
Mamá Enciclopedia tuvo una hija que
por inquieta y audaz la apodaron “La Revolución Francesa ”. Como si esto fuera poco, gracias a
esa hija fogosa, a mamá Enciclopedia la hicieron abuela y entre otros nietos
altos y prudentes, uno le salió petiso y
militar.
En cada lugar del mundo y de los mundos, de
las noches y de las mañanas, se puede
presentar un enigma; basta que sea la hora precisa y nacerá una rosa roja con
la fragancia de la rosa, o como dijo Angelus Silesius: "Die Rose ist ohne warum; sie blühet weil sie blühet", frase que Borges siempre recordaba con estas palabras: "La rosa sin porqué, florece porque florece".
TODO SEGUIRÁ EN EL CIELO
Porque
el aire es tiempo que se respira y es el alma la que vuela, si tienes alas, ya
puedes creer en el cielo. En las alturas no hay miserias.
Canta, canta, canta y se irá el dolor.
El viaje es hacia arriba, sube con tus ojos y contempla el espacio; lo que traes será lo que te lleves.
Esa era la tierra que tanto te hizo
sufrir con los deseos. Por esa tierra pasó Buddha el Iluminado y es probable
que ya no vuelva a pasar.
Qué pequeña se ve
Ese desierto fue el desierto de Moisés
y fue también el desierto de Jesús.
Las tres pirámides, una sola Esfinge,
el delta del Nilo, los faraones, los esclavos; Alejandría, la biblioteca y un
incendio. La desesperación por salvar los libros… el desesperado pedido por
salvar a la Historia
de la Humanidad
y una frase escrita milenios después por G. B. Shaw y que ha quedado para
siempre:
“Déjala
que arda, es una historia de infamias.”
Babilonia, a la vera del Éufrates y
cerca de la sombra de la torre soberbia, es un
jardín donde están todos los jardines. Babilonia también es la vid y las
negras uvas pasajeras que nunca pierden la esperanza de ser el vino del tiempo y de la historia.
Entre pálidas sabanas de acacias,
Etiopía protege y esconde a su Adís Abeba, la que guarda una serie de rostros
que no han muerto porque pueden ser vistos en trabajados marfiles.
No lejos del Nilo Azul, está el oro acuñado en las monedas apiladas en el
hambre de un cofre insaciable.
En otra historia está la espada de hierro que todavía tiene sed de sangre y que aún espera el himno épico o la plegaria redentora.
En la itálica bota brilla por su ausencia el salero de plata que salió de las manos de Cellini y que sólo estuvo seguro y tranquilo en la mesa de los Médicis.
Guardado bajo llave, un Alto Libro, el
primero que fue impreso por Gutemberg, sugiere encarrilar a los hombres.
Como la melodía del agua, como la
música de las aves, muchas otras cosas
ya no tendrán en el cielo el sentido que tuvieron en la tierra. Planeta tan frágil y misterioso como la
naturaleza que lo ha concebido: un juego de mortales e inmortales, de dioses y
semidioses. No por nada Shakespeare pone en boca de Hamlet estas últimas palabras: “The rest is silence” (El
resto es silencio).
GRECIA, ESTAMOS
CONTIGO
Blancos
fueron los mármoles de la
Acrópolis que siempre recordaremos con la blanca luna, la
túnica blanca de Aristóteles y las blancas nubes de Aristófanes.
Y ahora que nos sigan las cabras que dieron la blanca leche de Atenas.
Juntemos las ideas y con un kilo de
palabras griegas empecemos a guardar un alfabeto metafísico y viajero.
Que no nos falten los biblos y los
sueños. Menos, los pasajes oníricos de Esopo.
Aún se extraña la templanza de Sócrates en
el banquete de Platón.
No nos
llevaremos los azules ríos del tiempo de Heráclito.
No escupiremos invectivas contra los
átomos celestes de Demócrito, sólo diremos mesuradas alabanzas a la línea, al
punto y a los números de Pitágoras.
Se buscará el poema para los cielos
del mar en la medida humana de Protágoras, quien almorzaba sólo pescado
Otros escritos tendrán los mares del cielo en el pensamiento de Anaxágoras que se dejó morir de hambre.
Otros escritos tendrán los mares del cielo en el pensamiento de Anaxágoras que se dejó morir de hambre.
Esperemos que no estén ausentes ni
dínamos ni dioses, los alimentos de la psiquis y del cosmos.
El incansable sol, terapia de la
mañana nos podría abandonar tranquilamente, no así la linterna de Diógenes.
Que algún poeta imperturbable, viejo y
desconocido, se encargue de redactar la elegía a la luna, ícono de la noche y
toda la vasta literatura del temor que significa ser mirado en la oscuridad.
Que no falten las estrellas que guiaron a Jenofonte, quien
regresaba de Persia como mercenario con todos los beneficios de la derrota.
Que tampoco falte Cronos del espacio, que
nos encuentra en el agua de Calímaco que igual que el tiempo, también es uno y
es tres.
Mucho menos, que estén ausentes los
ideales del ser, en la naturaleza de Parménides, en la luz de los cuerpos de
Fidias y en las aparentes, inmortales y ruidosas
Bellas Artes de Pericles, que mucho le debe a Euclides, a Heródoto y a
Tales de Mileto.
Y que no fallen las palabras madres, tales como acro, hidro, mega, gogos, mito, neo, grafos, foni, pan, quiro, topo, grama, hipo, logos, macro, micro, poli y tomo.
Nos llevaremos lo ético del rojo del
fuego que danza con el viento, el sabor
de la lógica en el anís, la verdad en lo verde del olivo, la fragancia y la experiencia en la menta que
se mueve con el silencio del aire, la física de las nueces, la retórica de los
higos y la política de la miel. Vendrán con nosotros, la imagen del poder de un pueblo en Los Suplicantes de Esquilo; la playa y
el humo en Andrómaca; la oscura Medea;
y las trágicas Ifigenias de Eurípides.
Que no disminuya la gracia de la luz,
aunque vuelva a iluminar la vida de otro amarillo Edipo enceguecido o que regrese a descubrir oscuridad y padecimiento en otra rosada Electra.
Que la morada y tempestuosa prosa de
Homero siga viva en cualquier parte del mundo, como el dios del vino en los
ditirambos de Píndaro y como el alma de las uvas en las odas de Anacreonte.
Que se demoren en perseguirnos algunos
males, algunos diagnósticos y algunos remedios que nos dejaron Hipócrates y
Galeno. Sí, que nos sigan todos los sabores, perfumes y colores que salieron de
la cítara hasta llegar a la música de la
danza del Syrtaki, como la obra de Mikis Theodorakis, la que hizo mover los
pies de Zorba el griego.
ROMA, VALE!
Vale o adiós. Apenas se divisa el mar, en la batalla desesperada todo es
violencia, sangre y fuego. En el ruido de la muerte, chocan las naves
cartaginesas contra las naves romanas.
Atrás ha quedado la sabiduría de los
planes, sepultada por las tácticas estudiadas y ensayadas. Ahora todo queda en manos del valor y la
crueldad. ¡Por fin ha sido derrotada Cartago!
Lentamente las aguas bajan.
Son retiradas del terrible escenario
las naves destrozadas y los muertos.
La arena, testigo del pan y del circo,
queda ensordecida por la muchedumbre.
En un lugar del Coliseo, está sentado
Cicerón que ya no piensa en el espectáculo naval que ha terminado, pero la
historia sigue por dentro. Cicerón discute consigo mismo si debe o no debe
apoyar a Pompeyo en contra de Julio César.
Era el tiempo de los generales que después de la batalla, pluma en mano, seguían luchando con la poesía. Con ella, algunos guerreros se amigaron para siempre:
“Vine, Vidi, Vinci”.
Por otras manos, Claudio Tiberio Druso
le entrega a Aulio Plautio, vencedor en Britania, unas monedas tartamudas que
llevan el rostro mejorado de Claudio Tiberio Druso.
Hija de Escipión el Africano y madre
de Cayo y de Tiberio Sempronio Graco, Cornelia, vestida con el sencillo lino de
la elegancia, sonríe y se transforma en una estatua que aún permanece.
Marco Vipsanio Agripa, el almirante de
mares y jardines, como todo el mundo, mientras viaja, sueña.
En una mano algo queda del dorado racimo
de uvas y en la otra, está la pluma que dibuja un mapamundi que termina cuando
el hombre ha comido el último grano del racimo.
Mecenas, después de un pausado
almuerzo -queso de cabra perfumado con romero, mientras de un vaso de peltre
salen largos segundos de vino- decide
meditar sobre los cultivados escritos de Virgilio y de Horacio, que regará para la eternidad.
Marcial, interesado y amable amigo de
la poesía, mientras toma vino blanco en una joya transparente, observa que el
artista de los cristales ha tallado en la copa unos peces delicados; cuando ya
ha bebido todo su misterio y aún tiene sed, se acerca a su anfitrión y le dice: “Los peces deben
nadar” para que le sirvan más
vino.
Por
Suetonio supimos que proferir el nombre del César en un baño público era
un delito castigado con la muerte. Cómo han cambiado los tiempos, hoy en día,
nuestros gobernantes sólo merecen ser nombrados en las letrinas.
Cuando a Séneca le avisan que ha sido desterrado, el hombre fue más importante que la digestión de una palabra en un baño público. Hizo lo que tenía que hacer y luego, dejó que su pasajera sombra siguiera caminando.
Hoy, por respeto a la lira y a la
locura, no nombraremos a Nerón ni a
Calígula.
No es imprudente citar a Plinio el
Viejo, quien se dedicó a la tranquila botánica, mas correríamos el riesgo de
olvidarnos de las pandectas que reunió Justiniano: códigos, instituciones y
novelas, es decir, las nuevas leyes romanas
que no han perdido necesidad y urgencia.
Gracias Roma por haber ordenado
primero a la familia y luego, haber organizado el estado. Lástima que todo se
termina.
A veces, es mejor no agradecer la Patria
Potestad ; sí, el Habeas
Corpus. Eran los tiempos de la ciencia y del arte del Derecho -como dijo Celso- “El arte de lo bueno y de lo justo.”
¿Cómo no invocar el honeste
vivere: vivir honradamente, el alterum non laedere: no molestar a los
demás y el suum cuique tribuere: dar a cada cual lo suyo?
El que se asoma a las declinaciones
del Latín, al igual que todos los hombres –como dijo Edward Gibbon en Decline and Fall– ya es un ciudadano de Roma. Otro ciudadano y escritor alemán, Oswald Spengler, autor de "La Decadencia de Occidente" dijo: "Cuando más elevado es un pueblo, más limitado está en su libertad." Es evidente que el Imperio Romano se elevó tanto, que llegado su momento más difícil, ya no pudo elegir.
Roma combustible, Roma republicana, Roma lapidaria. Debe haber seguramente miles de ciudades dispuestas a la ruina y al espanto, pero no hay otra ciudad como Roma para contemplar cerca o lejos de ella, el título de la obra maestra de Gibbon: La Declinación y la Caída."
Roma combustible, Roma republicana, Roma lapidaria. Debe haber seguramente miles de ciudades dispuestas a la ruina y al espanto, pero no hay otra ciudad como Roma para contemplar cerca o lejos de ella, el título de la obra maestra de Gibbon: La Declinación y la Caída."